Su nombre proviene de su presentación que debe de resultar lo más estética posible. Su origen parece estar en los restaurantes cántabros de finales del XIX, y su elaboración consiste en cocer la langosta, separar la carne del caparazón, filetearla y presentarla adornada con ensaladilla rusa y mahonesa. Los más sofisticados le dan a los medallones un baño en gelatina para que resulten más brillantes. Suele emplearse la carne de la cabeza y los jugos para enriquecer la ensaladilla.
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